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El espíritu misionero del Carmelo Descalzo

Los Carmelitas Descalzos seguimos fieles a ese ímpetu misionero de Teresa de Jesús

Hablar del Carmelo Descalzo o Teresiano es hablar, sin duda, de la espiritualidad, un camino de fe y de experiencia gozosa del amor de Dios en la escuela de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Pero hay otra dimensión, no menos importante, en el carisma del Carmelo Teresiano: la vocación misionera. La Orden del Carmelo Teresiano nació misionera y sigue siendo, a día de hoy, una familia religiosa misionera con presencias en muchos países en vías de desarrollo.

Recordemos, brevemente, ese episodio importante en la vida de Teresa de Jesús que ella misma nos narra en el libro de la Vida (V 3,c). Teresa se encuentra en el Carmelo de San José, su primera fundación, va configurando esa pequeña comunidad en un nuevo estilo de fraternidad y de oración. Un día recibe la visita del religioso franciscano misionero, fray Alonso Maldonado “harto siervo de Dios y con los mismos deseos del bien de las almas que yo y podíalos poner por obra, que le tuve yo harta envidia”. (F 1,7). Este religioso misionero le comparte a Teresa sus vivencias misioneras. “Comenzóme a contar de los muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina e hízonos un sermón y plática animándonos a la penitencia y fuese. Yo quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas, que no cabía en mí. Fuime a una ermita con hartas lágrimas; clamaba a nuestro Señor suplicándole diese medio cómo yo pudiese algo para ganar algún alma para su servicio, pues tantas llevaba el demonio y que pudiese mi oración algo, ya que yo no era para más” (Ídem). La misma santa, en esta narración “misionera” añadirá más adelante: “Pues, andando yo con esta pena tan grande, una noche, estando en oración, representóseme nuestro Señor de la manera que suele y mostrándome mucho amor, a manera de quererme consolar me dijo: Espera un poco, hija, y verás grandes cosas (F 1,8).

Ese encuentro de Teresa con el misionero franciscano, encendió en su corazón una llama misionera que supo transmitir tanto a sus religiosas como a los primeros frailes carmelitas descalzos. El capítulo de Alcalá (1581) decidió iniciar un proyecto misionero en el Congo para favorecer la “conversión de la gentilidad”.

La primera expedición misionera salió desde el puerto de Lisboa y con la presencia del mismo Rey Felipe II el día 5 de abril de 1582. Esta expedición naufragó por lo que se organizó otra segunda por el ímpetu misionero de los jóvenes carmelitas. El segundo grupo tampoco consiguió pisar tierra africana. En lugar de desanimarse, los superiores se animaron a organizar una tercera expedición a la que se animaron un buen número de frailes jóvenes. Solo escogieron a tres. Estos sí que llegaron a su meta y, como nos narran los historiadores, realizaron una gran labor misionera y evangelizadora.

En pocos años, la Orden del Carmelo Teresiano vivió una expansión misionera con grandes frutos espirituales. Esta llama misionera siempre ha estado presente en la Orden, de manera muy particular en nuestra Provincia de San Joaquín de Navarra cuyos religiosos han anunciado la alegría del Evangelio tanto África, en la India y en varios países de América Latina.

Cuando hablamos de la espiritualidad misionera de nuestra Provincia, no podemos olvidarnos de una gran figura como es el Venerable P. Juan Vicente Zengotita fundador de La Obra Máxima. Después de una larga y fructífera experiencia misionera en la India, el P. Juan Vicente regresa a España y en 1921 funda la revista La Obra Máxima para sensibilizar a los fieles de la realidad que se vive en las misiones, especialmente en la India. Esta revista sigue publicándose hoy acercando a sus lectores la labor misionera de la Iglesia y de la Orden del Carmelo Teresiano.

Los Carmelitas Descalzos seguimos fieles a ese ímpetu misionero de Teresa de Jesús y de grandes misioneros que dado la Orden. Queremos ser testigos vivos del amor de Dios allí donde Él nos envía y nos necesite.

AUTOR: P. Jon Korta, OCD