Fichas de Animación Vocacional
¡Un camino para llenar la vida de sentido!
Sin reservarse nada para Dios

La consagración religiosa hace del consagrado un templo vivo en el que habita Dios...

La consagración religiosa es un misterio entrañable del amor de Dios. Dios se da en Jesús, plenamente, al que llama. Dios se vuelca, se derrama, vierte todo su ser en aquel que escoge para sí. Y lo "unge", lo empapa, lo penetra de su Espíritu para hacerle cosa suya. Dios unge con el "aceite perfumado" de su Espíritu al consagrado, de tal manera que no hay poro por el que no penetre el aceite. Así como el aceite penetra una madera y la empapa y se va derramando en cada poro, en cada lugarcito que encuentra libre hasta encharcarla, hasta empaparla, así el amor de Dios, derramado en su Espíritu llena el corazón, la vida de aquel que es consagrado. Dios se hace todo en el consagrado.

La consagración religiosa hace del consagrado un templo vivo en el que habita Dios; lo hace un mediodía en que la luz inunda el universo; lo hace una primavera donde brotan todas las flores; lo hace un hogar donde el fuego se ha apoderado de los troncos. Dios "devora" al consagrado, Dios hace del consagrado "su cielo, su mansión, su morada, el lugar de su descanso", como nos dice santa Isabel de la Trinidad. El consagrado se convierte en "habitación" de la Santísima Trinidad, donde el Padre sigue amando y creando; donde el Hijo sigue amando y salvando; donde el Espíritu Santo sigue amando y vivificando. El consagrado ya no es una isla, ya no es un árbol perdido en la estepa, ya no es una hoja arrancada y llevada por el viento. El consagrado tiene dueño, tiene Señor, es de Alguien.

La consagración religiosa es la vivencia hasta las últimas consecuencias de el "Dios mío, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y sobre todas las cosas". Cuando el consagrado le dice a Dios que le ama con todo el corazón, quiere decirle que se abre a Él para que su Palabra lo penetre, para que su Palabra sea acogida en el corazón, para que su voluntad sea asumida en su vida, para que su plan se realice hasta sus últimas consecuencias. El consagrado ya no es alguien que guarda su corazón para sí; es alguien que ha hecho de su corazón lugar de la voluntad de Dios expresada en su Palabra.

Cuando el consagrado dice a Dios que le ama con toda su alma, quiere decirle que le ama con toda su vida, que le da su ser en profundidad, sus cualidades, sus proyectos, sus grandezas y miserias. Cuando le dice que le ama con toda el alma quiere decir que está dispuesto a perder su vida en Él para encontrarla; que no quiere guardar su vida, porque entonces la perdería. Quiere decir que está dispuesto a jugarse todo por el Señor, que está decidido a darse sin medida, a no ser calculador, sino generoso.

Cuando el consagrado dice a Dios que le ama con todas sus fuerzas quiere decir que pone todo su ser a su servicio, que su personalidad le pertenece. Quiere decir que lo amará desde su debilidad, porque su fuerza es su flaqueza. Quiere decir que espera que Dios sea fuerte en su nada, que sea el todo en su pobreza.

Y TÚ, ¿QUÉ PIENSAS?

Ya has avanzado en el camino de tu seguimiento vocacional. En tu corazón se gestan inquietudes, incertidumbres y sentimientos. Por eso, ésta es una buena oportunidad para que, en silencio orante, expreses al Señor tu deseo de entregarte totalmente a Él, a través de la vida consagrada. Escribe tu oración.