La comunidad de los seguidores de Jesús busca su unidad en la reconciliación constante...
La comunidad religiosa, la fraternidad, exige relaciones universales y fraternales. Exige relaciones interpersonales. La comunidad pone a prueba mi capacidad de relación de tú a tú, de cara a cara. Porque la comunidad huye del anonimato, del sentido borreguil, de lo masivo, de lo que no tiene identidad. La comunidad exige hombres y mujeres que no se esconden, que salen de sus conchas, que derriban murallas, que destruyen cercas Y vallas para hacer espacios de libertad. La comunidad exige cercanía, calor, ternura, dulzura. Exige ese mundo de los valores de las Bienaventuranzas. La comunidad exige romper miedos, cobardías, distancias. Exige valentía, riesgo, decisión, aventura. Exige confianza, capacidad de comenzar una relación que parecía imposible. La comunidad exige poner más los ojos en los hermanos que en uno mismo. La comunidad es lo más generoso y lo más difícil en el seguimiento de Jesús.
Sin transparencia no se hace comunidad
Sin pureza de corazón no es posible crear relaciones profundas, íntimas, personales. Porque toda relación exige, si es profunda, comunicar la propia interioridad y así llegar a hacer intimidad. Es posible esa intimidad si se llega a comunicar desde lo profundo. Como Jesús, que es lo profundo de Dios comunicado al hombre para hacer con Él intimidad. Sin compartir en comunidad lo íntimo, lo interior, en la comunidad habrá cosas, habrá hasta orden y un cierto respeto, pero habrá una gran soledad en el corazón de sus miembros, habrá un gran vacío e insatisfacción que puede crear ansiedad, angustia, indiferencia, sentirse realmente mal. La fe es más fuerte que la sangre. Por eso, aceptar vivir en comunidad es comprometerse a vivir la fe, a comunicar la vida en Jesús, sin miedo, para construir vida. Sólo quien da vida, crea vida. Los problemas que surjan en comunidad no se resuelven desde el mutismo, desde un silencio forzado y doloroso. No se resuelven desde la huida, desde la evasión, desde el meterse en "otras comunidades", en otros lugares de desahogo. Los problemas de la comunidad se resuelven en cercanía de sus miembros a través del diálogo. Este es el camino, éste es el vigilante eterno de la comunidad. Dejar de dialogar en comunidad es iniciar un camino de muerte de la comunidad. El diálogo es el lugar de encuentro de la comunidad.
La comunidad de los seguidores de Jesús busca su unidad en la reconciliación constante, en la Eucaristía, como sacramento de la unidad, en Jesús mismo como el centro de la comunidad. La comunidad va encontrando su estilo de vida viviendo a Jesús según la experiencia de santa Teresa y san Juan de la Cruz. La espiritualidad y el carisma va a sellar lo propio de la comunidad que hará que las personas se sientan en casa. Por eso, cuanto más acercamiento haya a nuestros santos Padres y a los santos del Carmelo, a sus escritos y a su espiritualidad, más creceremos en el espíritu de familia y más se acrecentará nuestra identidad. La comunidad tiene su identidad propia cuando se hace de Jesús y de nuestros fundadores el motivo de la vida.
Seguir a Jesús hoy es aceptar vivir en comunidad con hombres llamados como yo, pecadores como yo; ellos y yo, necesitamos de la salvación de Jesús.
Y TÚ, ¿QUÉ PIENSAS?
Para ti, ¿Qué significa construir comunidad? ¿Qué importancia tiene el ser miembro de una comunidad? ¿Qué experiencias has tenido de comunidad? ¿Amigos? ¿Familia? ¿Grupos apostólicos?