Es un reto maravilloso para aquel que quiere seguir a Jesús entregarle su vida hasta el extremo del amor...
La consagración religiosa es un desafío al hombre de hoy. Porque se sentirá muchas veces incomprendido, criticado y hasta burlado. Sentirá que le miran. Se sentirá muchas veces bien solo. Bien perdido en un desierto infinito o en un mar de estrellas. Se sentirá muchas veces que le falta algo, que su vida como que no tiene descendencia, que su sangre, su apellido se perderá en el silencio de la tumba. Muchas veces se sentirá que anda navegando, surcando, vagabundo por este mundo de Dios. La consagración religiosa tendrá sentido cuando la oración sea el alimento diario de esa alianza, cuando la oración sea el lugar donde se fortalece la alianza, cuando la oración sea el momento fuerte de cultivar, de cuidar esa donación mutua. Sin una oración contínua y profunda el amor de la consagración se debilita. Y luego aparecerán otros ídolos, otros dioses que porfiarán por la posesión, por la división del corazón y así hacerle sentir mal, en conflicto, en tensión, en desajuste.
Hoy es un reto maravilloso para aquel que quiere seguir a Jesús entregarle su vida hasta el extremo del amor. Es un reto que llena el corazón de alegría el saber que la vida entregada a Dios, en plenitud, sin que nadie más la posea, es la mejor parte, es la opción más bella que se puede hacer desde la fe. Y es una plenitud de vida que hace de ella una donación a los hombres en un amor universal. Así fue Jesús, el Consagrado, el Ungido, el Sellado por el amor del Padre; así fue Jesús que, en contra de la costumbre de sus gentes de casarse, Él queda célibe, queda con su vida hecha un don pleno a su Padre Dios. Jesús es el Ungido, Aquel que le pertenece totalmente a Dios. Y Dios Padre, al aceptar ese don, lo llena de su Espíritu y le entrega al servicio de los hombres.
Porque cuando el hombre consagra su vida radical y exclusivamente a Dios, Dios lo acepta y luego lo consagra, lo envía a los hermanos que esperan de Él señales de liberación, de ternura, de bondad y misericordia. Porque el consagrado tiene el corazón de Dios. Y se hace en medio del mundo, de los hombres, corazón de Dios.
Y este es el sello, esta es la marca, ese es el signo de la consagración de Jesús al Padre: el madero de la Cruz. Aquí se ha realizado la alianza nueva y definitiva. Aquí Jesús de Nazaret se ha hecho "pertenencia de Dios" y "pertenencia del hombre". La consagración religiosa pasa por el misterio profundo de la Cruz.
Así pues, cuando el consagrado le dice a Dios que le ama por encima de todas las cosas, está diciendo que le convierte en el Absoluto de su vida, que no habrá nadie por encima de Él en el amor y será feliz con su vida. Dice que estará pronto a serle fiel en los buenos y malos momentos, en los de luz y de sombra, en los momentos de crisis y de exaltación. Quiere decirle que la alianza no se romperá; que a pesar de todo será fiel, que vivirá la entrega, la consagración hasta las últimas consecuencias. Que será hombre de palabra dada.
Y TÚ, ¿QUÉ PIENSAS?
¿Qué críticas o cuestionamientos has recibido de tu familia o tus amigos en esta búsqueda de respuestas a Dios? ¿Has encontrado una canción que refleje tu búsqueda de Dios o el momento vocacional que estás viviendo? ¿Cuál?